En su perfil de Facebook, Mark Zuckerberg dice que sus grupos y cantantes favoritos son Linkin Park, Green Day y Shakira. Unos gustos discutibles, pero generalizados entre quienes nacieron hace 24 años, la edad del creador de la red social más poblada. Hay, sin embargo, dos cosas que Zuckerberg tiene y el resto de sus contemporáneos no: 1.200 millones de euros --según publicó en septiembre Forbes--, y el mayor volumen de información personal atesorado jamás por alguien tan joven.
Todos esos datos, esos mensajes, vídeos, fotografías, grabaciones y preferencias de los más de 175 millones de cuentas (y subiendo) que tiene Facebook, Zuckerberg, hijo de dentista y programador prodigioso, los considera suyos. O los consideró durante dos semanas: el pasado 4 de febrero, Zuckerberg decidió que iba a guardar toda la información personal de sus usuarios, aunque estos se dieran de baja. Las protestas fueron tales que 15 días después del cambio en las condiciones, la compañía, por segunda vez, echó marcha atrás.
La primera fue en el 2007. "Los medios se transforman cada 100 años", anunció Zuckerberg el 6 de noviembre de ese año. La reforma, valorada como histórica por un programador que desde hace un tiempo se otorga también el papel de sociólogo y experto antiterrorista, consistía en esto: la publicidad abandonaría los soportes tradicionales en favor de Facebook, que permite anuncios más personalizados. Tan personalizados que, a través del nuevo servicio, llamado Beacon, los amigos del usuario podrían saber las compras que este había llevado a cabo en internet, aunque el afectado no hubiese dado su consentimiento.
Ocurrió como ahora: los integrantes de la red tocaron los tambores de guerra y Zuckerberg, que comenzó diseñando la versión electrónica del Risk --el juego de dominación mundial-- y de ahí pasó a crear Facebook como plataforma para que sus compañeros de la universidad de Harvard se relacionaran en internet, mandó parar, pese a que iba en contra de la filosofía de la empresa, basada en una sola idea: compartir.
No cuesta nada entrar en Facebook. Una vez registrado, el usuario siente que está conectado con medio planeta: puede localizar a sus contactos, pedirles que sean sus amigos y, si es aceptado como tal, compartir sus fotos, crear grupos de intereses comunes, enviar abrazos virtuales, o decirle al resto a qué se dedica en ese preciso instante. "Juan está comiendo gambas", por ejemplo, y es probable que al día siguiente, en su perfil de Facebook, Juan se tope con publicidad sobre los mejores lugares para comer gambas.
Así es como Zuckerberg gana dinero. Y, mientras lo gana, sus pretensiones --o delirios-- van creciendo. Ejemplo: hace menos de un año, en Texas, el norteamericano vino a decir que Facebook traería la paz mundial. "Hay jóvenes en el Líbano que pasan mucho tiempo con su líder religioso porque no tienen otras opciones. Ahora, gracias a Facebook, estos jóvenes están conectándose con amigos que han viajado a Europa, así que amplían sus horizontes. Ahora sienten mucho más empatía por la diversidad del mundo".
Felicitaciones Shaki!!!!!!!!!!
Federico
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