Lo he conseguido. Ayer hice realidad los lúbricos sueños de millones de machos del planeta: ayer conocí a Shakira. Ya me puedo retirar del periodismo. He tocado techo.
¿Y qué tal fue la cosa? Pues nada. Muy maja y dulce ella. Y bastante más guapa de lo que me esperaba, la verdad. Un poco tapón, también es cierto. Pero no hemos venido aquí a hablar de su físico (aunque se haga un poco difícil tras ver su vídeo). No. Hemos venido a hablar de su música. O mejor dicho, de su nueva música.
Partiendo de la base de que las canciones de Shakira siempre me dejaron bastante indiferente, la realidad es que nunca me pareció de lo peor. Musicalmente sus discos son aceptables, a pesar de esa manera de jadeocantar tan irritante que gasta. Y algunas canciones hasta tienen su gracia. Es así.
Pero ah, amigos. Llega la hora de ver qué se ha marcado la colombiana en su nuevo disco. El single, como todos sabréis, es "La loba" ("She wolf", en su versión anglosajona"). ¿Y qué nos encontramos? Un ritmo discotequero de medio pelo, con una cutre guitarra funk y un bajo insulso más visto que el tebeo. Una letra ridícula y una melodía que ni fu ni fa. Vamos, que no da ni una. Y para rematar la faena, un vídeo al más puro estilo "soy un poco zorra y me mola mazo", en ese rollo tan yanki que llevan cientos de grupos MTV formados por chicas neumáticas. En fin, decir barato y chusco es quedarse corto.
El resto del disco salva los muebles sin pena ni gloria, empleando numerosos y efectistas elementos de la música oriental (a veces rozando el sonido Bollywood) y ritmos caribeños de los que tanto, tanto me gustan. Poca cosa reseñable y mucho para olvidar. Pero peta seguro, eso sí. Porque es Shakira. Y aunque nunca me gustó su música, no deja de parecerme un poco penoso que haya pasado de ser algo mínimamente digno, aun siendo comercial, a convertirse en un producto tan cutre y de medio pelo como este. Pero qué se le va hacer.
Con todo, lo peor de esto es que no puedo sacarme "Loba" de la cabeza. Oh, dios.
SoL
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