jueves, 21 de agosto de 2008

Los intocables


Hector Rincon
Perfil:Columnista Revista Cambio
Descripción:Ay País.

No sé a ustedes pero a mí se me hace raro —y sospechoso— que en esta Colombia donde se practica el calumniad-calumniad como deporte y en donde ninguna buena fama dura más de 15 días como dijo García Márquez que le dijo un taxista de Barranquilla, a mí se me hace raro que existan ejemplares intocables.

Los hay. A un secretario del gobierno de Medellín, que se puso a hacer alarde de libertad y expresó en público una opinión sobre el humorista ‘Montecristo’, se le vino la antioqueñidad encima y con ella, como en cascada, le llovieron también guijarros de otras regiones, todos a una, como Fuenteovejuna, señor.

Dicen que se equivocó el secretario Melguizo por decir en voz alta una opinión que muchos guardan como secreto por puro instinto de conservación. Y ese linchamiento deja como lección que en este país en donde no se respetan reputaciones hay un amplio terreno sembrado de leyendas intocables porque quien intente la desmitificación o, al menos, la relativización, pues la lleva. Que se tenga fino.

Por eso —a manera de consejo— no se le vaya a ocurrir en la Costa dejar de aplaudir a Estercita Forero, pero aplaudirla de pies; no se le ocurra decir que Cepeda Samudio era genial pero tantico desbordado ni que Noé León manejaba unos colores disparejos que hacían parte de todo lo ‘naif’ que era. Pregunte que de cuál Maradona hablan cuando mencione al ‘Pibe’ Valderrama y no se le ocurra decir que Shakira a veces se pierde en su quejido o que Carlos Vives está muy veterano para seguir vistiéndose de adolescente.
Si vas por Pereira y mencionan a Luis Carlos González haz un gesto reverencial y enmudece unos segundos como homenaje al compositor de La ruana y no vas a decir que cómo así que se compare con la capa de Don Quijote de la Mancha. Por qué no te callas. Y si estás en esa ruta y subes a Manizales elogia sin dependes el verbo erguido de Los Leopardos y la estatura moral de Ramírez Moreno y de Londoño Londoño y de Alzate Avendaño. Hazlo y que no se te vaya la lengua sobre lo grecoquindiano porque te ponen a rodar por una de esas lomas.

Y así. Al pisar tierra vallecaucana diga que Andrés Caicedo fue más contestatario que Antonin Artaud y no se le vaya a deslizar ninguna palabra que disminuya el romanticismo de Jorge Isaacs, y si vas por el Huila inclínate ante José Eustasio Rivera con asombro ante su literatura exuberante y testimonio de una época que no le debe olvidar a ningún colombiano que lo sea. Dilo con todas esas palabras.

Mucho cuidado cuando llegues a Antioquia. No toques al Dueto de Antaño no juegues con Juanes no jodás con Jorge Robledo Ortiz. Ante un cuadro de Botero, sonríe y finge que piensas. Si estás en frente de uno de Débora Arango di qué berraca; Santa Fe de Antioquia tiene que parecerte ab-so-lu-ta-men-te preciosa y cuando hablen de Tomás Carrasquilla haz un gesto de admiración profundo y pronuncia esta frase: nadie como Carrasco.

Estos consejos gratuitos podrás seguirlos si estás hecho por dentro de una materia que se llama solapadez. O si estás dotado de un componente que se llama ladino. También se recomienda al seguir estas instrucciones ayudarse del oportunismo que implica subirse en el tren de la opinión de la mayoría que siempre es más confortable, aunque después te duela la conciencia en el desvelo. Porque duele.

Una recomendación final. Como se sabe Fanny Mikey (snifff… snifff) ha entrado en el terreno de los intocables, así que más te vale no expresar una opinión en contrario a todas las que se han vertido para subirla al cielo. Di que es cierto —como es cierto— que pocos han luchado tanto por dignificar un arte que antes de ella usaba el sombrero para mantenerse; pocos le dieron estatura profesional a un oficio; pocos han tenido un ímpetu inclaudicable ante los no habituales. Pero no vas a decir —no vayas a decir— que Fanny Mikey no era una buena actriz ni una buena cantante, porque de ese tema no se habla. Como dicen las mamás.









.-Sol
de Las
Caderas-.

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