martes, 14 de octubre de 2008
Retrato De Sofía, La Nena Que Baila Como Princesa Y Adora Cantar
No aguantó el jardín porque extrañaba, pero se sabe las canciones de Xuxa y Shakira de memoria.
Le pedía a su mamá que le pusiera la pollerita, las botitas altas acordonadas y las medias can can, como las nenas de Patito Feo. A veces quería que naciera su hermanito y a veces no. Los días en que quería, decía que si era nena iba a llamarse Giuliana y si era varón, Mateo, como los dos amantes inmigrantes de Terra Nostra, la novela que miraban juntas en la cama. Los días en que no quería saber nada con un hermanito, le decía a mamá Elena que no, que ella era su único bebé.
Cuando Elena Delgado y Fabián Herrera se casaron, en abril de 1999, no sabían que las ganas de Sofía iban a tener que esperar. Elena tenía un problema en las trompas y no había tratamiento que pudiera con eso. Bajaron los brazos, abandonaron los intentos, y cinco años después, como si el destino hubiera decidido darles un rato de tregua, estaban en una clínica mirando un monitor e imaginando que ese cuerpo mínimo que latía, ya era Sofía.
Nació por cesárea el 30 de diciembre de 2004. Y en su habitación -entre una Barbie despeinada, la peluca rosa de Stephanie de Lazy Town y un pintalabios de Patito Feo-, cuelga un diploma enmarcado con rosa que habla de ese día: "Bienvenida hija, llenaste de alegría nuestros corazones". Su cuna de barrotes blancos y su acolchado con muñequitas de Blancanieves y mil enanitos, sigue pegada a la cama de su mamá. Tan pegada, que hasta ese día en que alguien se la llevó, Sofía y Elena dormían agarradas de la mano.
Cuando cumplió los tres años, sus papás quisieron que empezara el jardín de infantes, pero Sofía lloraba tanto cada vez que Elena se alejaba, que nunca tuvo el coraje de dejarla un día completo. Tres meses de llanto, hasta que decidieron sacarla. Cantaba con tanta claridad las canciones viejas de Xuxa, bailaba como una princesa, que quisieron llevarla a que aprendiera danza. Pero pasó lo mismo.
En esos inviernos eternos, pedía que la abrigaran para salir a jugar afuera. Le pedía a Fabián, su papá, que no le hiciera bolas de nieve, que le hiciera pelotas de nieve. Lo imitaba tanto que hasta copiaba la forma en la que él la retaba: cuando se enojaba con él, lo miraba fijo y le decía: "malcriado".
En el barrio textil Chacra, en Río Grande, en esa casa invadida de muñecos de Barney, triciclos y Chicas Superpoderosas, hay una caja con fotos y otras pocas sacadas casi al ras del suelo. Son las fotos descentradas de sus papás abrazados, movidas, a veces con una parte de la cabeza cortada, que Sofía sacaba cuando le prestaban la cámara digital.
Seguía tomando la leche en mamadera y calmando el llanto con chupete. Porque traen una sorpresa, por eso le gustaban los huevos Kinder. Le gustaban los Pico Dulce y mirar al cielo con la boca abierta para tratar de atrapar algún copito de nieve. Remoloneba en la cuna, pedía el Discovery Kids y se hipnotizaba con los dibujitos de los Backyardigans. Dibujaba al papá con sus rulos, a la mamá con su panza, a su gata Luna con su cola apuntando al techo. Y dibujaba a su perrita Nina con pullover antes de que se escapara para no volver y obligara a todos a inventarle que se había ido con su mamá.
Decía que ella y sus amiguitas son Las Divinas y su mamá y sus amigas, Las Populares. Le pedía a su mamá que le leyera Caperucita, Manuelita. Cuando terminaba, repetía lo que se acordaba y lo que no, lo inventaba. En una ciudad en donde el frío duele y la garúa deprime, los cuentos y las novelas suplantan al afuera.
Ahora, su abuela Ester vino a dedo desde Caleta Olivia, Santa Cruz. Su abuela Dominga y sus tíos Victor Hugo y Marco, llegaron desde Córdoba. Y aunque no lo son, Sofía llama tíos a Paloma y a Silvio, la pareja de amigos de sus padres que ese día fueron con ellos al camping. Sus hijos de 2 y 9 años, son para ella sus primos. Ese domingo, cuando le pusieron el buzo polar celeste para ir al campo, Sofía estaba feliz. A los gritos, cantó todo el viaje un tema de Shakira.
Sofía habla clarito y tiene mil ocurrencias. De noche, le decía a su mamá que le lavara los pies y la cola para no estar hedionda como su perra. A Sofía le gustaba tanto jugar que, desde ese domingo, cada vez que su mamá ve una cámara, le pide a quien la tenga que se ocupe de darle de comer porque se baja de la silla y se olvida. A Sofía le solían doler tanto los pies que, desde ese domingo, cada vez que su mamá ve una cámara, le pide a quien la tenga que le de un Ibupirac, para que de noche no llore.
AYER SE CUMPLIERON 15 DIAS DE SU DESAPARICION EN RIO GRANDE.
Federico
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