sábado, 20 de diciembre de 2008

Año I Después De Shakira






Aunque Shakira lo elevó a la categoría de arte, el movimiento de caderas llevaba milenios portando la marca de la sensualidad y el erotismo. Lo cierto es que, a pesar del peso de la tradición histórica, no ha sido hasta la irrupción de la colombiana en los escenarios mundiales cuando a este baile le han brotado un ejército de seguidoras y practicantes. Hasta ahí el mérito, que hay que compartir con los que han recogido el testigo de esta danza que ya no se puede tachar de exótica. Si en el planeta hay millones de adeptos, en Cádiz se cuentan por cientos.

Anoche celebraban su primer encuentro en la Facultad de Filosofía y Letras de Cádiz, en una cita -conocida como Proyecto Salamandra- que reunió a bailarinas de Andalucía y Extremadura, con especial presencia de las procedentes de las provincias de Cádiz, Sevilla y Badajoz. Y el experimento arrojó que hay buenos mimbres para convertir esta especie de congreso de danzarinas en un obligatorio del circuito anual. Más de doscientas personas arroparon a las bailarinas, que durante algo más de una hora demostraron la calidad y el oficio que atesoran.

El trío Raqs al-Hilial, formado por Isabel Mebarak-una de las organizadoras del evento-, junto a Ariel Aisha y Noür, abrió el festival con su exhibición de la danza del Oriente, conocida en occidente como la danza del vientre.

El espectáculo ganó en vivacidad a medida que se subían al escenario los distintos grupos participantes, todos compuestos por mujeres. Con un ritmo trepidante y el empuje de un público entregado, se sucedieron los más variados números. 13 en total. Una muestra del múltiple espectro que se esconde detrás del famoso movimiento de cintura.

Así, Salma Arek, que en breve abrirá su academia en Cádiz, bailó un folcklórico de Said, danza tradicional de los hombres que utilizaban un bastón largo para reunir el rebaño, caminar y defenderse. Después del trabajo, cogían sus bastones y bailaban con alegría. El trío Raqisat al Ma'a escenificó el baile khaligee, típico del golfo pérsico. Las danzantes utilizan el tobe al Nasharár, un vestido bordado largo y ancho, para marcar los movimientos de los pies, manos, los hombros, la cabeza y el cabello.

Por su parte, la carismática bailarina Raqs Al Farah ofreció un recital de la fusión entre el arte andaluz y el oriental, tal y como sucedía en la época de Al-Ándalus. El estilo tribal, más terrenal, preciso e impregnado de altas dosis de misterio también se contoneó por el escenario del Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras.

Gestos, miradas y hasta los juegos malabares, se conjugan en esta disciplina caracterizada por la majestuosidad de los atuendos y la espectacularidad de los movimientos. Hasta los que sugieren pausa y silencio. Y los que provocan los vítores y llamadas tribales que dan fuerza al espectáculo.

Calendario benéfico

El proyecto Salamandra sirvió además de para congregar a los profesionales e iniciados de la danza del vientre, para recaudar fondos como ayuda a la lucha contra el maltrato de género. En el bazar que se dispuso horas antes del inicio del festival, se podían adquirir los calendarios Danza Bella 2009, de la Fundación Anabella. En el improvisado mercadillo también se podían comprar faldas, cinturones, cintas de pelo, tatuajes, collares, pendientes y crótalos, entre otros objetos. Todos de colores llamativos. Cada vez más mujeres, y algún que otro atrevido hombre, siguen su estela. La moda Shakira ya está olvidada. En Cádiz, su danza, ya tiene entidad propia.















Federico

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